Recurso 19. Planificar el volumen de actividad asistencial demorada. Paliar el previsible impacto en profesionales sanitarios y de apoyo a la labor asistencia de esta sobrecarga física y mental.

A pesar de que la urgencia y la prioridad de actuación se encuentran ahora en la respuesta a las necesidades de los pacientes con COVID-19, es imprescindible ser conscientes de que el horizonte de  respuesta no termina con la crisis, sino que se prolongará más allá del momento en el que esta se dé por concluida. Es, por tanto, necesario planificar las acciones para la gestión de la poscrisis. Esto incluye organizar, planificar, agendar y coordinar toda aquella asistencia y procedimientos no urgentes que durante la crisis han sido pospuestos y que, para entonces, se acumularán junto con las nuevas demandas que de manera espontánea vayan produciéndose. También será necesario poner en marcha los mecanismos oportunos para dar una respuesta eficaz, desde las instituciones sanitarias, a las secuelas emocionales que es previsible que esta crisis deje en gran parte de los profesionales sanitarios y de apoyo a la labor asistencial que hoy en día están en la primera línea de la lucha contra la pandemia.

A pesar de que, posiblemente, el hecho de que se trate de una experiencia colectiva, a nivel mundial, pueda contribuir, en comparación con otras situaciones traumáticas individuales, a la resiliencia, la recuperación emocional y la asimilación adaptativa de la vivencia, no se deben infravalorar las secuelas que esta situación crítica prolongada en el tiempo pueda provocar en los profesionales directamente expuestos a ella. La sobrecarga emocional actual, cabe esperar, produzca un elevado volumen de reacciones y síntomas afectivos y de ansiedad, incluido estrés postraumático, en los 3 meses posteriores a la superación de la actual crisis sanitaria entre los profesionales sanitarios (segundas víctimas) y que se cifra, según los estudio realizados en Hunan y Wuhan (China), entre el 10 y 15% de las plantillas de los servicios críticos (Cuidados Críticos y Reanimación, Medicina Interna, Neumología y Enfermedades Infecciosas), con mayor prevalencia en enfermería.

El equipo de Susan Scott de la University of Missouri Health Care (MUHC) desarrolló el Modelo de Apoyo en Tres Niveles para dar respuesta a las necesidades emocionales de los profesionales sanitarios implicados en incidentes de seguridad para los pacientes (segundas víctimas). Esta propuesta, que se acompaña de un programa específico de apoyo, puede ser convenientemente trasladada a la crisis emocional entre los profesionales de instituciones sanitarias provocada por las condiciones adversas de la atención a pacientes con COVID-19 y el número y condiciones de fallecimientos. Se concreta en tres niveles de apoyo, de especialización creciente, basado en la ayuda entre iguales (lo que facilita la identificación entre portador de apoyo y profesional) y que, por tanto, no requiere la contratación de personal externo. Un equipo entrenado de manera voluntaria y específica para estas situaciones conforma el segundo nivel de apoyo que, a su vez, se encuentra conectado con la red de derivación especializada, integrada por profesionales de Salud Mental, para dar respuesta a las necesidades de los profesionales que no pueden ser cubiertas en los niveles inferiores de apoyo.

Si se logra desarrollar, implantar y mantener un programa de este tipo en el centro, será de especial ayuda durante la poscrisis que seguirá a la pandemia por SARS-CoV-2, pero también para hacer frente a futuras crisis con potencial para provocar respuestas de estrés agudo y trastornos emocionales en los profesionales de centros sanitarios.

La siguiente infografía muestra el esquema del modelo de Scott et al. (2010).


Modelo Scott poscrisis de COVID19.