Cuando José dio positivo en coronavirus, hacía sólo 6 días que Guadalupe y él cumplieron 65 años de casados. Fue el 14 de marzo cuando acudió al hospital de Alcalá, donde se decidió su ingreso en el hospital de la Cruz Roja de Madrid.
Según relata el periodista Manuel Jabois, para no estar sola, Guadalupe se fue a vivir a casa de una de sus hijas en Madrid. Allí empezó a tener los mismos síntomas que su marido y finalmente fue ingresada, también positivo por coronavirus, en el hospital de la Cruz Roja. Los dos se encontraban en diferentes plantas. “Se echaban de menos, no saben estar separados. Mi padre, sobre todo. Mi padre es muy mimoso, la necesita a ella con él”, dice Rosi. José pidió, por favor, que Guadalupe estuviese en su habitación. Su doctor, Jesús Lacasa, accedió. Si los dos, o uno de los dos pacientes, se encuentra muy grave, prefieren no reunirlos: la idea de que el estado de otro empeore y tengan que separarlos, más la incertidumbre de no saber lo que está ocurriendo, es demoledora. Pero no fue el caso. “Cuando están en habitaciones diferentes, uno está pensando todo el rato cómo estará su pareja. Son matrimonios que llevan toda la vida juntos, saben que el otro está mal y ni se preocupa de sí mismo, solo le importa cómo estará el otro, y no saberlo le desespera. Nuestra política es reunirlos siempre y cuando su estado de salud, dentro de la enfermedad, no comporte riesgos. En este caso, Guadalupe estaba mejor y más activa que José, que estaba más enfermo”. Tanto es así que cuando a ella le podían haber dado el alta, respondió que solo se iría con él.
La gente mayor se cura. La mayoría. ¿Pero cómo vuelve? “Si es una persona que vuelve a un entorno familiar, o con su pareja, donde no ha cambiado nada, volverá con más fuerza y con más alegría porque vuelve a su entorno. Es una generación muy dura que ha superado desde una guerra civil hasta el hambre, la miseria, la muerte de hermanos...”, asegura el responsable de Geriatría del Hospital de la Cruz Roja, Javier García Pavón.
José y Guadalupe, que viven confinados en la planta de arriba de su casa, salieron ayer a la ventana a posar para el fotógrafo de el periódico El País. “También pensamos que las cosas podían no salir bien, sobre todo por mi padre, que ya se encontraba mal. Pero se puede, claro que se puede: la mayoría puede”, dice su hija Rosi.
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